domingo, 20 de septiembre de 2009

fragmentos de mi libro favortito

"- (Ay! - respondió Sancho llorando -. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. . . levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, . . .quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada. . .Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron . . ."

"Miró también Don Quijote a Sancho, y vióle que tenía los carrillos hinchados, y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melancolía tanto con él, que a la vista de Sancho pudiese dejar de reirse, y como vió Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las hijadas con los puños por no reventar riendo"
Miguel de Cerventes Saavedra "Don Quijote de la Mancha"

Harry

Estaba diciendo, querido mío, que tú naciste claramente bajo la torva influencia de Saturno -dijo la profesora Trelawney con una leve nota de resentimiento en la voz ante el hecho de que Harry no hubiera estado pendiente de sus palabras.
-Perdón, ¿nací bajo qué? -preguntó Harry.
-Saturno, querido mío, ¡el planeta Saturno! -repitió la profesora Trelawney, decididamente irritada porque Harry no parecía impresionado por esta noticia-. Estaba diciendo que Saturno se hallaba seguramente en posición dominante en el momento de tu nacimiento: tu pelo oscuro, tu estatura exigua, las trágicas pérdidas que sufriste tan temprano en la vida.., Creo que no me equivoco al pensar, querido mío, que naciste justo a mitad del invierno, ¿no es así?

En la sombra, lejos de la luz del día,

Cuando estaba solo... solo en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña,
cuya cumbre, ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes... y tocar el cielo;
cuando sollozaba con el desconsuelo
de que mi Pastora - más que nunca huraña-
de mi Amor al grito nada respondía;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que me moriría
si su almita blanca para mí no fuera,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera...!
¡porque me quisiera...!